Después de la Revolución Cubana de 1959 y del posterior bloqueo comercial de Estados Unidos, importar coches, e incluso repuestos, se volvió una misión imposible en la isla. De este modo, los vehículos americanos que se quedaron en Cuba permanecen congelados en el tiempo, y cada uno de ellos, auténticos supervivientes de otra época, tiene una historia única que contar. Para los cubanos, estos coches no son sólo un medio de transporte, sino que son una forma de vida.